La importancia de sentirse útil y solucionar problemas

 

Hay personas que me dicen que no se sienten útiles en su vida. Que lo que hacen cada día ni es de utilidad para otros, ni genera un impacto para mejorar la vida de las personas.

También es cierto, que cuando estamos bajitos de ánimo o con la autoestima por los suelos, no alcanzamos a ver más allá de nuestros propios problemas y circunstancias.

De ahí, que una manera de buscar una justificación, en ocasiones a nuestra falta de sentido vital, es lo poco útil que es nuestra vida para los demás y para nosotros mismos.

Escuche un día a Sergio Fernández (vivir sin jefe y pensamiento positivo), una frase e idea que me gustó mucho, y que me hizo pensar en la importancia de ser útiles y sentirnos útiles.

“Sal ahí fuera y búscate un problema al que darle una solución”. Sergio Fernández- pensamiento positivo.

Es un pensamiento que tiene el objetivo de ponernos en acción. De empujarnos a no quedarnos quietos mirando como pasa la vida delante de nosotros, y buscar una manera de que esta vida mejore para otras personas y para nosotros mismos.

Esta frase cuando la escuche me resonó muchísimo, porque formaba parte de mi vida. Porque formaba parte de la acción y la puesta en marcha de muchas cosas.

De la visión inconformista que tengo y que hace que no me pueda quedar con los brazos cruzados, viendo como hay personas que sufren, que tienen problemas importantes y que, a lo mejor, algo de mi parte puedo hacer para que ese sufrimiento o ese problema pueda reducirse un poco.

Pasando de la impotencia a la potencia

No creo en la impotencia de los seres humanos. Creo que todos tenemos una potencia dentro que puede empujar a mejorar la vida de los demás y, por consiguiente, nuestra propia vida.

Cuando escucho: “me siento impotente”, no son más que unas palabras que generan una emoción debido a una experiencia negativa. Y esa emoción es la que nos puede hacer caer en la desesperanza y la negación de nuestra potencia; y, por tanto, llevarnos a no hacer nada.

Recuerdo, ahora, un momento complicado de mi vida. Uno de esos momentos, en los que solo miras a las cuatro paredes que te rodean y te encierras en ellas con la impotencia de no poder hacer nada más.

En ese momento, decidí sacar un pie de esas cuatro paredes y ver más allá de mi ombligo y mis problemas.

Fue un momento, que coincidió con la fuerte dureza de una guerra en Siria y de miles de refugiados que se desplazaban a otros lugares.

Miraba las noticias en la televisión, con imágenes horribles de personas que morían y perdían sus casas. Familias que se separaban y que empezaban un peregrinar hacia campos de refugiados, donde no sabían qué iba a ser de ellos. Niños que habían perdido a sus padres y se encontraban solos en un mundo de adultos desesperados por la incomprensión de una guerra.

Esos niños fueron el clic que me toco el alma. Sentí impotencia sentada en mi sofá, confortable y protegida. Mis hijos dormían en sus camas, tranquilos, sin problemas y felices.

Y todo ello, solo hacía que mi impotencia creciera mucho más.

¡Me gustaría poder ayudar a todos esos niños!. ¡Me gustaría poder traérmelos a mi casa y darles esa cama confortable y tranquila en la que están mis hijos!.

Pero es un sueño que parece tan enorme e imposible de alcanzar, que esa grandiosidad nos genera la justificación necesaria para seguir con nuestra vida.

No basta que nuestros oídos sean satisfechos, que nuestros ojos sean satisfechos, es necesario que nuestros corazones sean tocados y que las manos y los pies se muevan. Mahatma Gandhi

No me sentía satisfecha con lo que mis ojos veían y mis oídos escuchan. Había tocado de manera fuerte a mi corazón.

Por aquel entonces, yo acababa de cerrar, junto a mis dos compañeras y amigas, un negocio de tapas españolas a domicilio. Habíamos estados dos años, pero por circunstancias personales de cada una, el negocio se cerró y cada una tomamos rumbos diferentes.

Yo estaba sin saber muy bien qué hacer con mi vida profesional. Si volver a buscar trabajo en empresa, que no me apetecía nada después de ser mi propia jefa, o buscar otra idea de negocio en el que pudiera desarrollarme profesionalmente.

 

Busca un problema y encuentra soluciones para ser útil

Año 2016-2017, miles de refugiados se encuentran en el norte de Francia; en la llamada Jungla de Calais.

Poco a poco este campamento se fue desmantelando a través de la ayuda humanitaria y el compromiso de Francia y Reino Unido para emitir permisos de asilo. Pero esto, no fue del todo así.

En la ciudad donde vivo, Toulouse, llegaron muchos de estos refugiados de guerra esperando sus permisos de asilos y, hasta entonces, las asociaciones internacionales de ayuda humanitaria y asociaciones locales se encargaron de atender la situación.

Y ahí viene el comienzo de mi historia para mover mis pies y mis manos, y no quedarme satisfecha con lo que oían mis oídos y veían mis ojos.

Entre en contacto, por medio de una conocida, con dos asociaciones que estaban instaladas en Toulouse y que trabajan en la acogida de refugiados procedentes de Calais. Estas dos asociaciones, S.O.S Refugees y Solidarity Union, se encargaban de buscar alojamiento provisional, ropa, comida y demás enseres de primera necesidad.

Tenían abogados, asistentes sociales y de más personal voluntario para poder ayudar a la tramitación de permisos, a la colecta de material de primera necesidad y el acompañamiento moral de estas familias con niños que se sentían completamente perdidas y destrozadas.

Era y es un verdadero problema, y como he comenzado en el artículo, busca ahí fuera un problema al que darle una solución con la que sentirte útil.

Tenía el problema, quería sentirme útil e indagué como podía dar una solución. Hablando con estas dos asociaciones, lo que más necesitaban eran cosas básicas como alimentos, ropa de abrigo, juguetes para los niños; en definitiva, lo más básico para empezar a tener algo de dignidad humana.

 

Busca a tu alrededor a personas que

también pueden sentirse útiles 

Pensé en toda mi red de contactos, todas las personas que conocía, y como estas conocían a otras personas, y así el número de personas podía ser enorme. Mis contactos, los contactos de mis contactos, los contactos de los contactos de mis contactos…

Tenía una buena red entre las comunidades de expatriados españoles, ingleses, alemanes gracias al colegio de mis hijos. Y por ahí comencé.

No hay nada más gratificante para las personas, que darles un motivo para ayudar. Y eso fue lo que hice. Contarles el problema a través de grupos de WhatsApp y Facebook, y nos pusimos manos a la obra.

Jamás he visto que me cierren una puerta. Creo que eso ocurre porque ven que no voy a pedir, sino a dar. Madre Teresa de Calcuta.

Cada vez que había una necesidad hacía la llamada. Y la llamada tenía una respuesta increíble. Personas que aprovechaban su compra para hacer una compra paralela. Que revisaban sus armarios para sacar aquello que no utilizaban.

Niños que revisaban aquellos juguetes que ya no querían o incluso que sí, pero que les movía el poder compartirlos con otros niños que no tenían nada. Nos ayudó a concienciar a nuestros hijos de esta horrible situación, la importancia de empatizar con ella y no quedarnos de brazos cruzados.

Fue un movimiento preciso que duró mucho tiempo, y que ha impactado y perdurado en la vida de todas las personas que hemos colaborado y colaboramos, en dar una mejor vida a quienes lo necesitan.

Ha impactado en los voluntarios, porque nos hace sentirnos útiles, no mirar para otro lado, y trabajar por mejorar la vida de todos. Y ha impactado en la vida de los que ayudamos, porque no se sienten solos y abandonados y, porque aprenden también que en la ayuda está la generosidad, el agradecimiento y la esperanza.

Nos ganamos la vida con lo que recibimos, pero hacemos la vida con lo que damos. John Maxwell.

Tuve que hacer un sitio en mi garaje para poder almacenar todo lo que iba recogiendo, en ocasiones, incluso invadían espacio de mi hogar. Mis hijos me ayudaban a seleccionar y organizar para que luego la entrega a las asociaciones fuera más facil y ordenada. Mi marido me ayudaba a cargar todo en el coche. A esto, se apuntaron amigas a almacenar también en sus casas, organiza y llevar.

 

Agradecíamos por redes sociales, y se publicaban fotos, para que la gente se animara y motivara a seguir colaborando. Era un hecho real, lo que daban llega a su destino y se sentían útiles por ello.

El movimiento se demuestra andando

No me considero una persona especial, ni tampoco las personas que han colaborado y colaboran en dar soluciones para mejorar la vida de otras personas.

Como decía al principio del artículo, si no te sientes útil, si ves que tus días no tienen un sentido por el que luchar y seguir, sal de tus cuatro paredes, busca un problema ahí fuera e intenta darle una solución.

Tus problemas seguirán estando, seguro, pero la actitud con la que vas a mirar y enfrentarte a la vida será muy diferente. Trabajaras para ti y para los demás. Te pondrás en acción en lugar de quedarte enrocado en tus pensamientos negativos, que no te hacen avanzar; éstos, solo te generan emociones de frustración, desesperanza y angustia.

Al final, somos nosotros los que decidimos. Y como decía Mahatma Gandhi: “No basta que nuestros oídos sean satisfechos, que nuestros ojos sean satisfechos, es necesario que nuestros corazones sean tocados y que las manos y los pies se muevan”.

Es muy bueno escuchar más lo que nos dice nuestro corazón que lo que nos cuenta nuestra cabeza.

Un abrazo

Ana

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